viernes, 24 de junio de 2016

INTERVENCIÓN PSICOPEDAGÓGICA




La intervención psicopedagógica ha recibido
diversas denominaciones: intervención
psicoeducativa, pedagógica, psicológica, y
sin que haya un total consenso, hay una
referencia más común a lo psicopedagógico,
para referirse a un conjunto de actividades que
contribuyen a dar solución a determinados
problemas, prevenir la aparición de otros,
colaborar con las instituciones para que las
labores de enseñanza y educación sean cada
vez más dirigidas a las necesidades de los
alumnos y la sociedad en general .

Concepción de intervención psicopedagógica
psicopedagógica como un proceso
integrador e integral, supone la necesidad de
identificar las acciones posibles según los
objetivos y contextos a los cuales se dirige;
diferentes autores han aportado una propuesta
de principios en la acción psicopedagógica:

Principio de prevención:
concibe la
intervención como un proceso que ha de
(Bisquerra, 2005)
anticiparse a situaciones que pueden
entorpecer el desarrollo integral de las personas.
Con la prevención se busca impedir que un
problema se presente, o prepararse para
contrarrestar sus efectos en caso de
presentarse. La intervención preventiva debe
ejecutarse de manera grupal, con quienes no
presenten desajustes significativos, lo que no
excluye a los que puedan ser potencialmente
una población en riesgo ; por otra parte, se
intenta reducir el número de casos de la
población que pueda verse afectada por un
fenómeno, ya sea de tipo personal o contextual,
de tal manera que si no se logra una
modificación de las condiciones del contexto,
pueda ofrecerse una serie de competencias
para desenvolverse de manera adaptativa, a
pesar de las condiciones nocivas.

Principio de Desarrollo: las concepciones
modernas de la intervención psicopedagógica
han integrado este principio al de prevención, y
esto cobra pertinencia si se tiene en cuenta que
durante todas las etapas del ciclo vital y en
particular en la primera fase de escolarización,
el sujeto no sólo se enfrenta a los cambios
propios de su desarrollo evolutivo, sino que surge
un nuevo contexto de relaciones y exigencias a
nivel cognitivo, social y comportamental para
los que en muchas ocasiones el sistema familiar
no lo ha preparado.
Desde una perspectiva de desarrollo se postula
que la meta de toda educación es incrementar
y activar el desarrollo del potencial de la
persona, mediante acciones que contribuyan a
la estructuración de su personalidad,
acrecentar capacidades, habilidades y
motivaciones, a partir de dos posiciones
teóricas no divergentes pero sí diferenciales:
el enfoque madurativo y el enfoque cognitivo;
el primero postula la existencia de una serie de
etapas sucesivas en el proceso vital de toda
persona, que van unidas a la edad cronológica,
y por tanto, con fuerte dependencia del
componente biológico; el segundo concede
gran importancia a la experiencia y a la
educación como promotoras de desarrollo, el

cual es definido como el producto de una
construcción, es decir, una consecuencia de la
interacción del individuo con su entorno, que
permite un progreso organizado y jerárquico.
La mayoría de los psicólogos interesados en el
desarrollo, están de acuerdo en que este
principio reúne ambas concepciones. Según
Míller (1971), un enfoque no excluye al otro: por
el contrario, cuando ambos se toman en
cuenta es posible una adecuada flexibilidad
teórica y por lo tanto una intervención integral.

Principio de acción social: definido como la
posibilidad de que el sujeto haga un
reconocimiento de variables contextuales y de
esta manera hacer uso de competencias
adquiridas en la intervención, para adaptarse y
hacer frente a éstas en su constante
transformación.
 

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